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LA COLUMNA DE MENA MENA

Mes de la alegría: el más triste de los quibdoseños

Ante un crudo verano la ciudad padece: sin agua y con elevado costo de la vida

Que nos disculpen nuestros compatriotas colombianos, que por alguna circunstancia nos acompañan por el fastidio y la repulsión que el Chocó (Quibdó) les produce en estos días de miseria humana. Si algo le hemos ganado al progreso, aunque sea a medias, es la energía eléctrica y el acueducto. Si falta alguno de estos no es posible vivir con dignidad.

La poca "calidad de vida", si ello es posible deci,r ha quedado en cero en estos días (hace 28) en que los hogares quibdoseños apelan a charcos y alcantarillas en busca del líquido vital, mientras autoridades municipales, directivos de EPQ y sindicato se enfrascan en sórdidos y mudos acuerdos, si es que los hay.

A esta desgracia se le suma ahora trastornos en las carreteras que del interior conducen a esta capital. Como consecuencia de esto no hay flujo de carga, lo que inmediatamente despegó las agujas del alza de los comestibles. Se agota la carne de res y de cerdo, libra de tomate a $1.500, de cebolla $1.500, libra de papa $700, como ejemplo del costo de la vida, en estos momentos. ¿Habrá autoridad municipal que intervenga para que la pobre gente de mi pueblo no sufra explotación y más hambre? Porque nada de extraño tiene que esos precios se queden así, ante la escalofriante indiferencia oficial.

Esa indiferencia que le quitó al ciudadano el espacio público que es suyo. Que lo llenó de temor e intimidación ante un desaforado y arbitrario, sin límites, de un tránsito vial confuso y criminal.

La que quitó a esta ciudad, sin dueño y doliente, su más espléndida avenida, para convertirla en confuso y vergonzoso mercado donde conviven bacterias, seres humanos, carretas y automotores, en puja permanente por abrirse paso. ¡Qué ignominia! ¿Es acaso esta la herencia del régimen que concluye pero se reencarna, por obra y gracia de un Patrocinio de cuatro años más? Así todo

lo indica.

Triste destino el del quibdoseño, cuando en el mes tradicional de la alegría todo es confusión, sacrificios y resignación. Me recordaba un amigo jubilado de la gobernación, esta mañana algo tan patético y conmovedor:

"No solo son masacres los muertos que exterminan las balas. También lo son los muertos que mata el hambre". ¡Qué tristeza!

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