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BOCADILLOS DE PRENSA

En ‘severá’ construyen el nuevo Bojayá

El Tiempo, marzo 15/04

Dos años después de la masacre y luego de todo tipo de promesas por parte del gobierno nacional, ya se está realizando la explanación del sitio donde quedará el nuevo Bojayá.

Se trata de un punto conocido como El Fuerte, a unos dos kilómetros del actual casco urbano y en un recodo del Atrato. Los pobladores denominaron ‘Severá’ a este sitio, como un mecanismo verbal para recoger la incertidumbre que tienen frente a los compromisos del Estado. Significa de pronto, quizá, ¿Se verá algún día este pueblo?", explica uno de ellos.

Sin embargo, con la explanación, que se ve como una gran herida entre naranja y rojiza sobre la orilla del Atrato, la esperanza ha vuelto a renacer.

Esto no significa que falten los que consideran que los recursos que se invertirán en la

construcción del nuevo poblado deberían destinarse a mejorar el actual y garantizar su sostenibilidad.

Bojayá está otra vez bajo amenaza

El Tiempo, Mar. 15/04

Los combates entre la guerrilla y las autodefensas en el Atrato Medio han obligado a nuevos desplazamientos de las comunidades. Se teme que haya una masacre como la perpetrada por la guerrilla el 2 de mayo del 2002.

"Cuando nos congregamos y recordamos el 2 de mayo del 2002, entonamos un canto de esperanza para que estos hechos no se repitan".

La placa de mármol gris oscuro que tiene inscrito este texto está ubicada en el frontis de la iglesia de Bojayá (Chocó) y recuerda la muerte de 119 personas a manos de las Farc, que lanzaron un cilindro bomba contra el templo durante un enfrentamiento con las autodefensas.

Lejos de poder entonar ese canto de esperanza, los habitantes de la localidad y los de las zonas rurales viven por estos días la amenaza de los grupos armados.

Mientras la Armada, la Policía y el Ejército patrullan el río Atrato y los cascos urbanos de sus márgenes, a orillas de sus afluentes las comunidades están siendo desplazadas por los combates entre unos 1.200 hombres de las Farc y cerca de 800 del bloque Elmer Cárdenas, de las autodefensas.

Nuevas casas de justicia

Rev. Señales de Convivencia, N° 6 ene. /04

La nueva Casa de Justicia en la capital del Chocó fue inaugurada el 3 de diciembre del año 2003 en la carrera 6 N° 38 – 67 del barrio Huapango, de la ciudad de Quibdó. La casa entró en funcionamiento el 16 de diciembre y actualmente presta sus servicios a los 20 mil

habitantes de la Comuna 1. Los barrios de influencia directa están habitados por comunidades desplazadas y de bajos recursos, asentadas en ocupaciones, en terrenos de alto riesgo donde ocurren frecuentes derrumbes, poniendo en peligro a los habitantes de la zona.

Actualmente la Casa de Justicia presta los servicios de Fiscalía, Medicina Legal, Defensoría del Pueblo, Estación de Policía, Comisaría de Familia, CRI, Trabajo Social, Psicología y Centro de Conciliación. Las consultas presentadas por los usuarios que han sido atendidos hasta el momento, se relacionan principalmente con violencia intrafamiliar y conflictos entre vecinos.

¡La vida es una fiesta!

El Colombiano, mar. 14/04

Pacho Loco vivió como le dio la gana y murió también así, a los 83 años. Poco antes del 7 de agosto del 2002, compró unas tablas para mandar a hacer su ataúd. Luego, pidió a su hija Diamar que cuando llegara la hora, lo partieran en pedazos con una motosierra, lo metieran entre un tubo de acero que él mismo había recortado con un soplete, y lo tiraran al fondo del mar. Los hijos le suplicaron que se dejara enterrar en un cementerio como cualquier cristiano común y corriente, sin sangre ni escándalos. Él, al fin, aceptó. Y se dedicó a beber. Durante las fiestas de agosto, gozó como un niño. "El pueblo de Colombia se puso él mismo la soga al cuello... Ya van a ver lo que va a pasar. Yo no quiero estar vivo ni un minuto después de este 7 de agosto", el 6, por la tarde llegó a su casa amanecido, se acostó y le pidió una botella de gaseosa a Diamar. "Este viaje es muy largo y da mucha sed" le dijo mientras se dormía, abrazado a la botella. Esa noche no encendió el radio ni hizo bulla.

Al amanecer, tampoco se levantó a fritar buñuelos. Antes del alba, Diamar fue a ver qué había pasado. Lo encontró muerto, todavía abrazado a la botella. Tenía una sonrisa en los labios. La misma con la que se había acostado por la noche.

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