La Ardent se va a pique |
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(El siguiente texto está basado sobre relatos de la versión Inglesa)
Alrededor de la mitad de los hombres había desembarcado sin encontrar resistencia, y para las fuerzas de desembarco de la Task Force británica las primeras horas del día habían dado una impresión de éxito y de alivio.
Los hombres que habían quedado a bordo de los buques en el estrecho de San Carlos experimentaron la curiosa sensación de encontrarse en medio de una especie de congelamiento de las acciones. La víspera, en pleno día, cuando se aproximaba a San Carlos en actitud muy vulnerable, el convoy no había sufrido ataque alguno, tal vez debido alas malas condiciones de visibilidad, pero ese día el tiempo era muy bueno. Ahora no había más que hacer que esperar el momento temido por todos: el de los ataques aéreos.
Era para los argentinos la ocasión de lanzar ataques aéreos contra los buques de transporte que entonces se le presentaban "en bandeja" en el interior de una bahía. y eliminar así el principal apoyo de la fuerza desembarcada, la que, en pocos días, habría agotado sus vituallas y municiones.
Como era de esperar, la aviación Argentina infligió ese día pesadas pérdidas a la Task Force, pero por razones que todavía se discuten los Mirage y los Skyhawk se dedicaron casi exclusivamente a los buques de combate. El Argonaut resultó averiado, el Antrim fue alcanzado por bombas y cohetes, mientras que el Arrow fue tocado por el fuego de los cañones, al igual que el Broadsword. El transporte de tropas Norland no fue tocado por muy poco en varias ocasiones y el Canberra sobrevivió a repetidos ataques y todavía se preguntan cómo escapó.
Fuego sobre los Pucará
Pero de todas las pérdidas sufridas ese día de violentos enfrentamientos, la más espectacular fue sin duda la de la fragata Ardent. Los pilotos argentinos dieron muestra entonces de toda su habilidad y de la voluntad de vencer que los animaba.
Al amanecer del 21 de mayo la Ardent se encontraba a "tiro de cañón" al sur de la pantalla formada por las naves de combate que protegían las operaciones de desembarco en el interior de San Carlos. Había recibido la orden de bombardear Pradera del Ganso (Goose Green) con su cañón de 10 mm de calibre, lo que era una misión normal para una fragata del tipo 21. Además de su papel como apoyo de fuego, la Ardent debía establecer también una protección contra todo ataque aéreo.
En este contexto el término "protección" es un eufemismo, porque las fragatas, en el último extremo, son ubicadas en los bordes de un grupo de escolta y, si es necesario, son sacrificadas para preservar las unidades más importante. La Ardent contaba con pasar malos momentos ese día.
La primera alerta aérea, a las 7 hora local, no tuvo consecuencias. A las 8.45 horas se registraron algunos ataques serios a relativamente baja altitud por parte de aviones Mirage y de Skyhawk. Durante las seis horas siguientes se sucedieron las olas provenientes del continente situado a 650 km de allí. Los aviones atacaron rápidamente a la Ardent, probablemente a causa del tiro preciso de su único cañón de 110 mm sobre los Pucara argentinos en Goose Green y sobre las posiciones ocupadas por la infantería en Camilla Creek y Puerto Darwin. Parece que la Ardent destruyó tres Pucará en tierra en Pradera del Ganso y mantuvo pegados contra el suelo toda la mañana a dos batallones argentinos.
Enormes cantidades de napalm
Las olas se sucedían a intervalos de una media hora. La Ardent se vio por momentos rodeada por las bombas pero no resultó dañada, incluso parece que consiguió tocar a un Skyhawk, aunque no se sabe si con el cañón o con el sistema de misiles Sea Cat.
Su comandante, Alan West, debió pensar que esa mañana la Ardent no sólo había tenido suerte sino quede los ataques aéreos, la fragata había aliviado en otro tanto a los demás buques.
Parece ser también que en ese primer día crucial, los argentinos no enviaron otros Pucará contra las posiciones británicas en tierra, si se exceptúa el ataque dirigido por los paracaidistas a monte Sussex. Después de la toma de Pradera del Ganso, se apreció el real valor del cañoneo de la Ardent. En efecto, cuando los paracaidistas se apoderaron de la zona, descubrieron enormes cantidades de napalm (gelatina incendiaria) que los Pucará podrían haber lanzado contra los británicos si hubieran podido despegar ese día. Un ataque con napalm hubiera causado estragos.
Mirage y Skyhawk
Cuando terminó su misión de apoyo de fuego, la Ardent recibió orden de tomar posición más al norte, justo en el centro del Estrecho de Malvinas, ubicación extremadamente expuesta desde donde esperaban que la fragata podría dispersar los ataques enemigos provenientes del sur.
En primer lugar atacaron dos Skyhawk al mismo tiempo con dos bombas de 230 kg (500 libras) sobre la popa de la nave. Más tarde, el comandante West comentaría: "Las bombas causaron muchos destrozos en la popa. inutilizando el sistema de misiles ahí instalado. Se había declarado un incendio, que provocaba una espesa humareda". El lanzador de Sea Cat, principal arma antiaérea, así como el cañón 110 habían quedado fuera de servicio y la Ardent casi no podía hacer otra cosa que ir a buscar el abrigo de las aguas de San Carlos.
Sin embargo, para la tripulación la jornada estaba lejos de haber terminado. Cinco hombres, bajo las órdenes del teniente de navío John Sephton, tomaron armas livianas, montaron las ametralladoras en sus afustes y siguieron tirando sobre los aviones que se aproximaban. Pero el fuego de los aviones truncó la vida de Sephton.
Tres máquinas argentinas pasaron por sobre la proa y lanzaron con precisión tres bombas de 230 kg. que una vez más provocaron serios destrozos. Tras Una nueva oleada, no menos de diez bombas alcanzaron la fragata, que había perdido el control. En el siguiente ataque los Mirage fueron rechazados por los Harrier.
El golpe final
Fue un Aermacchi el encargado de dar el golpe final -el décimo séptimo de la jornada- a la Ardent. Le lanzó dos bombas de 230 kg y 14 cohetes dc 68 mm., que le abrieron un enorme boquete en el lado de babor.
En dos horas caería la noche. Toda la parte del navío situada delante de la chimenea era pasto de las llamas. Veintidós tripulantes habían muerto. Los hombres, afectados por la intensidad y la violencia de la acción, comenzaban ahora a sentir el "shock". Había a bordo una treintena de heridos de los que era necesario ocuparse.
Al borde de las lágrimas, West dio la orden de abandonar el buque. Otra fragata, la Yarmouth, arrimó su popa a la proa de la Ardent y los sobrevivientes simplemente pasaron de una borda a la otra. Los helicópteros Wasp de la Yarmouth transfirieron los heridos al Canberra. La carcaza desarticulada de la Ardent continuó ardiendo durante la noche. A las pocas horas se hundió, curiosamente, a la altura de un promontorio llamado Punta Naufragio (Wreck Point).
Julio Limardo
LV-JCL
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