Aviones Contra Aviones |
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Capítulo aparte entre las acciones aéreas de la campaña de Malvinas merecen los pocos, aunque precisamente por ello muy interesantes, combates de avión a avión registrados en el cielo de las islas. A continuación, una reseña de esas acciones, que incluye el único derribo de un Harrier por parte de un avión Argentino. Este hecho, comprobado mucho tiempo después de finalizada la contienda, ha sido corroborado con la información disponible de ambos bandos.
Durante la guerra de las Malvinas fueron muy pocas las oportunidades en que se llegaron a concretar combates "aire-aire", es decir, el enfrentamiento individual entre dos aviones enemigos cuyo objetivo como fin es precisamente eliminar al contrario.
Las razones por las cuales no se dieron estas "peleas de perros" (como se las suele denominar traduciendo directamente la expresión en inglés "dog-fight") son varias. En primer lugar, los aviones argentinos destinados a esa tarea, los interceptores Mirage III, al carecer de equipo de reabastecimiento de combustible en vue1o, llegaban alas islas con una cantidad de carburante que sólo les permitía sobrevolar el archipiélago unos pocos minutos y con el riesgo permanente de que cualquier exceso en el consumo, como el que se produce al acelerar a velocidades supersónicas, les impediría retornar al continente.
Los aviones británicos tenían la ventaja de un mayor margen de tiempo en operación, ya que partían de puntos más cercanos y con el cálculo justo de vuelo para interceptar a los argentinos. Pero seguramente su mayor ventaja residía en el misil AIM-9L Sidewinder, de performances muy superiores a los “Matra” y “Shafrir” de la Fuerza Aérea Argentina.
No obstante, si las condiciones no se presentaban ampliamente favorables para los cazas ingleses, quienes controlaban a los Harrier preferían ordenarles rehuir el combate y no arriesgar un avión.
Entre esos escasos enfrentamientos entre aviones se cuentan el protagonizado el 1 de mayo por el primer teniente Eduardo Perona -en la acción en la que caería el primer piloto argentino, el capitán Gustavo García Cuerva- y el vivido por el entonces capitán Guillermo Donadille, quien logró el único derribo registrado de un Harrier en combate aire-aire a pesar de que, paradójicamente, ésa no era su misión. Sus testimonios dan cuenta de esos dos hechos.
El 29 de marzo de 1982 el primer teniente Eduardo Perona es enviado, en forma repentina y sorpresiva, tanto pare él como para sus compañeros de escuadrón, a la Base Aérea de Río Gallegos. Cuatro días después, todos sabrían del desembarco argentino en las islas Malvinas.
Estreno de misiles
En las dos últimas semanas de abril llegan a la base los misiles aire-aire Matra R.550 Magic, recién adquiridos por la Fuerza Aérea Argentina, para armar a los Mirage III EA, 1o que los obligaría a realizar entrenamientos de combate aéreo con los hasta entonces por ellos desconocidos ingenios franceses.
"Así llega el 1 de mayo, relata Perona, después de largas y agotadoras alertas atados al avión y a minutos de despegar para interceptar cualquier blanco que no fuera identificado y que se aproximara al aeródromo. Yo era el numeral del capitán Gustavo García Cuerva y habíamos estado en alerta hasta la medianoche del 30 de abril. Luego de unas horas de descanso retornamos de alerta alas 6.00 horas del 1 de mayo, con nuestros Mirage III armados con dos misiles R.550 y un “Matra” R.530 de tipo electromagnético (este último de prestaciones inferiores a las del “Magic”).
Estacionados en la cabecera 25 de la pista de Río Gallegos, los dos M-III ven despegar a un reabastecedor KC- 130 Hércules y poco después a una escuadrilla de A4 Skyhawk al mando del capitán Palaver. En ese momento les llega una orden fragmentaria; la misión: realizar cobertura aérea al noroeste de Puerto Argentino. Despegan y luego de la navegación de aproximación a las islas se ponen en comunicación con el Centro de Información y Control (CIC) de las Malvinas, que les ordena quedar orbitando a 30.000 pies de altitud (unos 10.000 metros). En esas condiciones los Mirage podían permanecer. só1o entre 10 y 15 minutos, antes de verse obligados a retornar al continente por falta de combustible. Por la radio escuchan al operador informar a la escuadrilla del capitán Palaver que una Patrulla Aérea de Combate (PAC) británica se les estaba acercando, por 1o que los Skyhawk, que no llevan misiles para combate aire-aire, no tenían otra alternativa que escapar a máxima velocidad y rasante.
"En ese momento, continúa el relato de Perona, el capitán García Cuerva tomó la valiente decisión de regresar y tratar de sacar a la PAC de la persecución a los A4 y pidió al operador del radar que nos vectorizara para atacar a los aviones ingleses. Logramos nuestros propósitos, pues cuando la PAC se vio asediada por su sector posterior por nuestros aviones, invirtieron su rumbo y nos enfrentaron para lograr un cruce de frente."
"Nosotros nos separamos lateralmente entre 1.000 y 2.000 metros para tratar de realizar un disparo de frente con nuestros misiles R.530, pero los radares no tuvieron una buena detección y solamente nos cruzamos con los dos Sea Harrier, nosotros por abajo unos
3.000 pies y allí inmediatamente pusimos rumbo a Río Gallegos. Aterrizamos pensando que no llegábamos, ya que mis tanques marcaban 240 litros de combustible remanente y 200 el de mi jefe de sección (una cantidad despreciable, dado el consumo de esos reactores) cuando estábamos tocando pista."
Otra misión
Poco después, durante el almuerzo, los dos pilotos de Mirage se estrecharon en un abrazo con los integrantes de la escuadrilla de Skyhawk a la que habían protegido, el capitán Palaver, el primer teniente Guadagnini y los tenientes Gálvez y Gómez.
Un breve descanso y ambos están nuevamente en alerta en la cabecera de pista, pero esta vez no llevaban bajo sus planos los misiles R.530, sólo irían con los “Magic”.
"Aproximadamente alas 15:30 horas nos llega una nueva orden fragmentaria con idéntica misión a la anterior, así que despegamos rumbo al sector asignado, que era en las proximidades de la Gran Malvina. Cuando nos estábamos aproximando a la zona, continúa Perona, nos debíamos comunicar con el CIC Malvinas, directiva que debían cumplir todas las aeronaves, por lo cual la frecuencia estaba totalmente saturada dada la gran cantidad de aviones que habían despegado desde el continente ese día para ir a atacar a 1a “Task Force."
El operador del radar de Malvinas los dirige hacia una PAC que pone rumbo opuesto al de ellos. Cuando estaban separados por unas 80 millas, el capitán García Cuerva pregunta cuál era el estado de la pista de Puerto Argentino, porque, tal como lo habían planeado pre viamente, si entraban en combate eyectarían los tanques suplementarios de combustible, a pesar de que se había ordenado no hacerlo, y en caso necesario intentarían aterrizar en el aeródromo de la capital isleña. Pero la pregunta quedaría sin respuesta.
Perona recuerda que el operador de radar decide separarlos para interceptar a la PAC y así" nos separamos unos 45 grados a cada lado del rumbo que traíamos". En ese momento eyectamos los tanques pendulares de 1.700 litros, pero una falla en el sistema provoca que el tanque derecho de mi avión quedara el su lugar. Luego el operador nos ordena otro cambio de rumbo y me informa que tenia un blanco a unas 30 millas con rumbo opuesto y a menor altura que la mía por 1o que comencé una suave picada.
"Más tarde me informa que nuestra separación era de 10 millas y como no lo tenía en contacto radar decidí buscarlo visualmente. Logré verlo por contraste contra la capa de nubes que había más abajo y cuando estaba a unas 6 ó 7 millas informé que veía un Sea Harrier con rumbo opuesto al mío."
"Antes de cruzarnos comencé una fuerte trepada para lograr mayor altura, pero el tanque que tenía. colgado aún bajo el ala malogró la performance de ascenso y cuando miré al costado puede divisar clara mente al Harrier en el lateral izquierdo, a unos 500 metros, así que entramos en un cruce de tijeras.''
En uno de esos cruces el primer teniente Perona siente una tremenda sacudida en su avión y por la radio informa "Me dieron, voy a eyectarme." García Cuerva, que lo escucha, le desea suerte.
"Entonces le digo (a García Cuerva) que voy a tratar de llegar a una costa que veía a unas 30 millas pues no tenía intenciones de eyectarme sobre el agua sin el traje anti-exposición, ya que en esos días no todos llevábamos ese equipo. Así que después de navegar unos momentos interminables y cuando ya no tenía prácticamente comando, pues el avión tendía a rolar por efecto de tanque, y prácticamente sobre la línea de la costa de 1a isla Borbón, tiré del comando superior de eyección y me encontré colgado del paracaídas tratando de evitar que el viento me llevara hacia el agua."
"Cuando estaba por llegar a tierra, el paracaídas gira y toco, por las irregularidades del terreno, primero con el pie derecho y luego el izquierdo, lo que me provocó una fractura en el tobillo derecho y un esguince en el otro.
Como medida de precaución, Perona ocultó entonces su paracaídas y los documentos de vuelo, e intentó llamar por la radio de emergencia, pero sin obtener respuesta alguna. Cuando las lesiones le impidieron prácticamente caminar, un helicóptero “Agusta” del Ejército lo recogió y lo trasladó a un establecimiento en Bahía Elefante que operaba como base aeronaval. Allí se encontraban los Pucará que habían salido de la base aérea militar "Cóndor", en Darwin, a raíz del bombardeo que habían sufrido horas antes.
Después de permanecer un día en camilla en la base aeronaval, Perona es trasladado en un Beechcraft B200 de la Armada hasta Río Grande y de allí en un Electra hasta Buenos Aires, donde fue internado en el Hospital Aeronáutico Central.
Ya en la calma del hospital, Perona intentó reconstruir lo sucedido. "Yo tenia tres suposiciones de lo ocurrido: la. primera que había impactado en vuelo con el Harrier, la segunda que otro avión, al cual yo no había visto, me había derribado y la tercera que el avión con el cual había entrado en combate había logrado lanzar su misil." Así se lo informó a sus superiores y en una entrevista televisiva narró la primera versión.
"Pero con el tiempo, concluye Perona, los hechos me demostraron que la maniobrabilidad del Sea Harrier (con su notable capacidad de frenar hasta quedar “suspendido” en el aire) era rotunda y el piloto con el que había entrado en combate había logrado una buena posición para lanzar su misil AIM-9L Sidewinder."
Julio Limardo
LV-JCL
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