San Carlos |
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Luego del desembarco británico en San Carlos y a partir del 21 de mayo la aviación militar argentina protagoniza uno de los episodios más resonantes de la guerra de las Malvinas, tanto por la audacia de los atacantes como por las pérdidas provocadas a la flota británica. El detalle de todas esas misiones en el estrecho de San Carlos, alrededor de medio centenar, ocuparía ciertamente un número de páginas tal que de por sí constituirían un libro. Algunos relatos ilustran sobre las dificultades vividas por los pilotos argentinos, sus triunfos y sus derrotas.
Precisamente el 21 de mayo, primer día en que las condiciones meteorológicas permiten actuar a la Fuerza Aérea Argentina, un piloto de A4B Skyhawk, el capitán Pablo Carballo se enfrenta cara a cara por primera vez con una fragata británica, pero en circunstancias tales que 1o convierten en un enfrentamiento solitario poco habitual.
Atacan los "Mulas"
La orden para la misión arribó poco antes del mediodía y así, alas 11.30 horas despegaba desde Santa Cruz una escuadrilla compuesta por cuatro aviones, con el indicativo "Mula". A los mandos estaban, además del capitán Carballo, el primer teniente Cachón, el teniente Rinke y el alférez Carmona.
Todos llegan sin problemas al punto de cita con el vital avión reabastecedor de combustible KC-13 Hércules. Todos se acoplan a las oscilantes mangueras y recargan sus semivacíos depósitos, salvo Cachón que tiene una falla en el sistema de alimentación y recibe la orden de retomar al continente.
Los tres A4B restantes llegan alas islas y cruzan rasantes sobre la Gran Malvina. En ese momento el teniente Rinke informa a su jefe de escuadrilla que uno de sus tanques suplementarios externos de carburante había dejado de enviar el vital combustible hacia el depósito principal. Una vez más el siempre acechante fantasma de una falla mecánica les jugaba una real pasada a los "Mulas". Carballo debe hacer valer su autoridad para conseguir que Rinke volviera sin completar la misión encomendada.
Só1o dos caza bombarderos llegan al estrecho San Carlos y continúan su vuelo ahora "pegados” al agua. Enseguida el capitán Carballo divisa un buque de gran des dimensiones e inicia el ataque junto con el alférez Carmona. Cuando estaban más cerca del blanco pueden apreciar más detalles, como su gran tamaño ; pintura blanca o al menos muy clara. Carballo piensa que podría tratarse de una nave argentina -ya había vivido un episodio similar el 1 de mayo, cuando atacó, felizmente sin consecuencias, un buque propio sin saber que era argentino y seguramente tenía en mente el recuerdo de ese mal momento-, por 1o que, en el último momento ordena a Carmona que no lance sus bombas.
Pero la orden llegó tarde, el novel piloto ya había tirado su carga mortífera. Finalmente. por 1o que pudo ver Carballo al efectuar un giro, se trataba en realidad de un buque de desembarco ingles, que según informes posteriores resultó averiado.
El jefe de la reducida escuadrilla ordena entonces a Carmona volver a su base, ya que se había quedado sin bombas. Carballo sigue adelante, siempre rasante sobre el brazo de mar y con rumbo hacia el norte.
Poco después, el ahora solitario cazador se encuentra súbitamente con una fragata. Tras unos segundos, comienzan a levantarse sobre la superficie los "surtidores" que provocan los impactos de artillería antiaérea del buque.
Los hechos se suceden precipitadamente, el barco
ocupando toda la mira, las bombas que se dirigen inexorablemente hacia su
blanco y un violento golpe a la palanca de comando para no atropellar los
mástiles. Enseguida la alegría de haber cumplido la misión inesperadamente
cortada por la ominosa presencia de otra fragata a escasos tres mil metros de
su rumbo. Curiosamente, esta segunda nave de guerra no disparó, quizás porque
el otro buque estuviera en su campo de tiro.
Proa al oeste y, una hora después, el capitán Carballo aterrizaba sin novedad.
El 24 de mayo por la mañana partían de Río Gallegos dos escuadrillas de tres aviones A4B cada una, todos armados con la bomba más pesada que utilizaba la Fuerza Aérea Argentina, la MK. 17 de 1.000 libras (500kg), paradójicamente de origen británico. Una, la "Nene", estaba a cargo del vicecomodoro Mariel, con los tenientes Rojas y Sánchez como numerales, en tanto que la otra, "Chispa", tenía al primer teniente Perdriel como jefe, acompañado por el teniente Cervera y el alférez Moroni.
En el habitual reabastecimiento en vuelo con los siempre presentes Hércules, al jefe de los Chispa pierde accidentalmente su bomba, por lo que no le queda otra opción de retornar. Automáticamente, el vicecomodoro Mariel pasa al frente de la formación de cinco aviones y, siempre en completo silencio radial, todos se dirigen al archipiélago.
Ya cerca de las islas y cuando volaban a pocos metros del agua, pasan un primer momento de tensión cuando el jefe de la formación alerta a sus hombres sobre un posible blanco. Con los pulgares a milímetros del lanzador de bombas, ven que se trataba solamente de una formación rocosa, que los reflejos del sol habían deformado.
Como recordaría después el teniente Luis Cervera -quien por su antiguedad era el segundo en la cadena de mando del grupo-, "yo sinceramente con mi carta estaba perdido, porque en tierra todo parece muy fácil pero ya volando sobre las islas a 900km/h uno se confunde mucho con las entradas de agua, lagos, estrechos y canales, que desde arriba parece todo igual"
Pero, finalmente, por la radio alguien alerta: "Allí están!". Y allí estaban los buques británicos. "Era un hervidero de barcos", fue la descriptiva frase de Cervera, a los que atacaron "como bandada de loros", es decir, cada uno por su lado, para confundir su defensas.
"Por un instante la sorpresa de ellos fue completa luego se desató el infierno sobre nosotros, narra Cervera, llovían proyectiles desde los buques. Vi las luce rojas de los misiles buscándonos inútilmente en tan poco espacio."
Justamente el poco espacio y la cantidad de aviones lo obligan a cambiar de blanco en el ú1timo momento cuando dos aviones se le anticipan a atacar desde, distintos rumbos, al buque que había elegido. Finalmente los cinco pueden lanzar sus bombas y enseguida, con el acelerador a fondo, toman las vías de escape con la persecución implacable de la artillería y los misiles de los buques.
La tensión del momento, unida a la inexperiencia hacen que el alférez Moroni grite por radio "Me dieron... me dieron'.". aunque todo no paso de un susto provocado por una fuerte, y momentánea, vibración en el avión.
Recién cuando estaban a unos 300km de la costa continental comprueban, con alegría ya inocultable que no faltaba ninguno. En San Carlos. mientras tanto los británicos volvían a poner en servicio dos buque logísticos, el "Sir Lancelot" y el "Sir Galahad", que habían sido tocados por los Skyhawks argentinos.
Julio Limardo
LV-JCL
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